viernes, 21 de octubre de 2022

REFLEXIONES

 Solía decirme mi bisabuela Basilia: "Nadie escarmienta por cabeza ajena". Seguir los dictados del corazón para bien o para mal ese siempre ha sido mi sino y al hacerlo, al margen de que en ocasiones pude o pueda estar equivocada, yo y nadie más que yo, soy la causa de mis aciertos y errores. Acertada o errada, yo saco mis propias conclusiones.

Porque no hay actos más dolorosos y difícil de asumir que aquellos que te sumen en un profundo arrepentimiento, cuando se reconocen los errores cometidos y cuando tardíamente nos damos cuenta de que no fuimos honestos con nuestro sentir, que dejamos en manos de terceros, decisiones, silencios cómplices, respuestas a destiempo y todo por no decir lo que pensamos.
Afortunadamente, el tiempo como mejor consejero, el análisis concienzudo y exhaustivo de la situación en cuestión, es quien nos lleva a ese nivel de conciencia y esta nos dota de una visión diferente y que nos permite ver y entender dónde nos equivocamos y los motivos que nos movieron para actuar en determinada manera.
Cuando somos responsables de nuestras decisiones ya sean acertadas o erradas, estas quedan dentro de nosotros como una impronta. El reconocer la naturaleza de cada acción que hacemos va a reconducir nuestras almas y llevarla por la senda que nosotros mismos escogemos.
Tarde o temprano la conciencia nos llama a contar y es a nuestra conciencia la única que no podemos engañar. Por eso hay que hacerle caso al corazón, su pálpito es sentido por todo nuestro cuerpo y se manifiesta desde nuestro interior como una explosión que va más allá de nosotros mismos.